lunes, 18 de julio de 2016

5 MITOS SOBRE ANTIBIÓTICOS

1. Los antibióticos son útiles para todo tipo de infecciones.

Falso. Los antibióticos solo sirven para las infecciones producidas por bacterias.
La mayoría de las infecciones respiratorias o intestinales son causadas por virus, por lo que los antibióticos no tienen ninguna utilidad en su tratamiento.


Algunas personas presumen erróneamente que si toman antibióticos para una gripe o diarrea esto ayudará a su sistema inmunológico a combatir la infección. Los antibióticos no fortalecen el sistema inmunológico, solo matan a las bacterias.

2. El uso de antibióticos en resfriados o gripe previene sus complicaciones.

Falso. Las complicaciones de las infecciones respiratorias virales se deben a varias razones.
No hay ninguna evidencia científica que haya demostrado que los antibióticos alteran la evolución natural de estas enfermedades. La mayoría (más del 90%) de las infecciones respiratorias es autolimitada y mejora espontáneamente.


3. La fiebre alta o el dolor intenso de garganta siempre requiere el uso de antibióticos.

Falso. El dolor de garganta no justifica usualmente el uso de antibióticos. 
La mayoría de los dolores de garganta es causada por virus.Solo entre 10% y 25% de los dolores de garganta amerita la administración de un antibiótico, debido a la infección por una bacteria llamada Estreptococo beta-hemolítico del grupo A (Streptococcus pyogenes).

4. Los antibióticos bajan las defensas y producen anemia.

Falso. Esa creencia probablemente se derivó por el uso de un antibiótico, ya casi abandonado, llamado cloranfenicol, que inducía un tipo de anemia y disminución de los glóbulos blancos. Los antibióticos no afectan las células de protección inmunológica.

Las defensas del organismo utilizan varios mecanismos para alcanzar su efecto beneficioso y combatir infecciones.

5. Entre más caro sea el antibiótico es mejor.

Falso. Pese a que la industria farmacéutica invade al médico con propaganda de novedosos y más potentes antibióticos, los medicamentos tradicionales y baratos todavía tienen mucha utilidad para numerosas infecciones bacterianas.
Hay criterios médicos bien establecidos para la escogencia de un antibiótico, incluyendo el tipo de infección, su localización, la bacteria potencialmente involucrada y su patrón de susceptibilidad.
Las penicilinas, por ejemplo, siguen siendo eficaces después de más de medio siglo de haberse descubierto.



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